El secreto de su locura residía en que ella era mitad fuego, mitad luz. En que se dejaba llevar por la Luna como si de un mar abierto se tratase.
El secreto de su locura no era otro que dejar que las lágrimas brotasen cuando su alma se indeciase. En sonreír cuando y soltar las carcajadas cuando le hormigueaba el corazón.
En descender al fondo de su espíritu cuando la marea era alta y en ascender a la cima de sus emociones cuando la Luna saludaba desde el firmamento.
El secreto de su locura, no era otro que ser en blanco y negro y a color. Pero, a fin y al cabo, ser ella misma en su doble dimensión.
Con cariño,
M. C. Arenas